El PAE
chileno ha sido crudamente expuesto en los medios últimamente: falta de higiene
en las cocinas y comedores, robo y venta de raciones, rompimiento de la cadena
de frío, poca aceptabilidad de las minutas, incumplimiento de las Bases de
licitación, carencia de Resoluciones Sanitarias en los colegios (sobre 70%) y
episodios de trastornos alimenticios en los escolares (aunque estos han sido
muy aislados).
Para la
denuncia y reclamos JUNAEB tiene diversas modalidades: Call Center, redes
sociales; incluso, se proyecta un par de canales más. Pero, tengo la impresión
que ya no basta con denunciar, para mejorar el programa. Tampoco con aumentar
el control: tenemos menos de 100 fiscalizadores (este año se redoblarán) pero
ese tipo de control no basta cuando entregas de 2 millones de raciones diarias.
Por eso,
intuyo, hay que invertir la figura, apelando al control social. Empoderar al
usuario y a su familia. Que el sujeto al que va dirigido este producto --con la
ayuda de sus padres y profesores-- construya/contribuya a su propia
seguridad alimentaria.
Y de ahí
la importancia del componente educativo como parte efectiva de la solución. Y
no sólo para mitigar o reducir los riegos que conlleva todo proceso masivo de
alimentación, sino para enfrentar el problema de salud pública más importante
del país: la malnutrición (obesidad). Una paradoja si se piense que en 1964 el
PAE nació para mantener a los niños en la escuela evitando la desnutrición.
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